Como definición breve tenemos que un hábito se logra cuando una persona mantiene efectivamente un comportamiento que responde a un estímulo relevante y que es soportado por respuestas automáticas.
Básicamente un hábito se forma mediante la repetición de un comportamiento hasta que este se vuelve de cierta forma automático. Una manera rápida de explicar el proceso es la siguiente:
circunstancia (detonador) + acción + repetición= vinculación entre circunstancia y acción
La repetición de esta fórmula refuerza la asociación entre una circunstancia y una acción a nivel mental, lo que reduce la posibilidad de responder con acciones alternativas, generando con el paso del tiempo una respuesta casi automática cuando el detonador o circunstancia especifica se presenta.
Podemos poner de ejemplo el uso de despertadores para levantarnos por la mañana, para muchas personas es rutinario posponer la alarma antes de decidir levantarse y para otras levantarse resulta inmediato, en ambos casos el detonador de una acción seria la alarma y la acción concretada sería posponer la alarma o levantarse inmediatamente. Siguiendo el ejemplo, podemos ver que para la persona que se levanta de inmediato al escuchar la alarma, la idea de posponer la alarma es muy poco probable y en sentido opuesto con la persona que pospone la alarma.
Esto no quiere decir que no se pueda cambiar un hábito, pero se debe considerar que la formación de un nuevo hábito conlleva un cambio gradual entre una acción que comienza siendo intencional y que evoluciona a través de la repetición hacia una acción automática.
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